Leo, en la edición del jueves, 11 de abril, de El País, una entrevista –que se reproduce por cortesía de una agencia de noticias estadounidense- a Tom Hanks, enmarcada dentro del catálogo de actos promocionales del (inminente) futuro bombazo de taquilla de la temporada, y del cual omito el título, porque no creo que resulte necesario, a estas alturas, que se lo recuerde (y en la mente de todos está). La entrevista de marras constituye un ejemplo de manual de lo que suele ser la perfecta entrevista promocional: propagandística (se dedica a glosar de manera descarada las –inacabables- bondades de la película, sin que se vislumbre por rincón alguno el más mínimo puntito que emborrone tan seráfico cuadro), vaga (se pierde en mil y una generalidades de corte semiesotérico o pretendidamente espiritualoide, sin aportar la más mínima información concreta, útil o interesante sobre la peli alrededor de la cual, supuestamente, gira –eso sí, quedan muy simpáticas e intentan dotar al producto de una "profundidad" más cercana a la del cine bergmaniano que a la del howardiano...-) e insustancial (es realmente complicado encontrar algo ilustrativo acerca de nada relacionado con el film, en particular, o, al menos, el personaje entrevistado, o el cine, en general, dado que, insisto, no proporciona ningún dato específico). En suma, infumable.
Que los aparatos mercadotécnicos de las productoras y distribuidoras pongan en marcha iniciativas de este tipo, me parece lógico y comprensible: forma parte de su trabajo, y constituyen una pieza más en ese brutal engranaje –al que se dedica una cantidad ingente de esfuerzos (traducibles en, o traducción de, según se mire, pasta gansa y fresca...)- cuyo objetivo último es bombardearnos, día y noche, de lunes a domingo, y en todo momento, sobre la peliculita en cuestión, a fin de empujarnos a las salas de cine a que la veamos. Pero que un medio al que se le supone seriedad, prestigio, empaque y un cierto nivel de rigor intelectual e informativo, como es El País, les haga el juego, me parece tan infumable como la propia entrevista en sí. Y, ojo, se lo está diciendo a ustedes, amigos lectores, alguien para quien la compra y lectura de El País es como la misa de un meapilas: diaria y sin remisión; o sea, nada sospechoso de guardarle poca simpatía a tal medio.
En fin, se agradecería que, por el bien de sus lectores y en aras del rigor informativo y el respeto debido a los mismos, en casos como el que nos ocupa, el diario tuviera la gentileza de incluir en el encabezamiento de la página esa etiqueta de "PUBLICIDAD" con la que se nos advierte de que lo que vamos a leer a continuación se trata, ni más ni menos, que de eso, de publicidad. Aunque no se cobre por ella en tal concepto (otras fórmulas más sibilinas habrá, supongo...). Y todos contentos, ¿no?