Abril del 2006

Breve divertimento XIII

Por Manuel Márquez - 26 de Abril, 2006, 20:33, Categoría: Breves divertimentos

- Vengo siguiendo, desde hace algunos meses, con cierto interés y cierta (lejana, difusa, pero cierta) preocupación, las noticias que nos llegan acerca de lo que parece ser la "carrera nuclear" iraní, y sus vicisitudes colaterales: dimes y diretes, tiras y aflojas, en un proceso en el que los unos parecen jugar a una escalada de declaraciones altisonantes, no exentas de chulería y bravuconería que más parecen destinadas al consumo interno que a la intimidación de enemigos auténticamente poderosos, y los otros parecen empeñados en reeditar la enésima versión juego del palito y la zanahoria, buscando, ante todo y sobre todo, la salvaguarda de sus (no siempre coincidentes) propios intereses (comerciales, obviamente, y tanto presentes como futuros). Un bonito ejercicio de añagazas florentinas, que sería digno de entusiasta estudio en las facultades de Ciencias Políticas, sino fuera porque lo que está en juego es una expansión armamentista (la enésima, una más, tampoco hay que ser catastrofistas, ya nos acostamos y nos levantamos todos los días en un inmenso polvorín universal...) que puede poner en jaque ese difícil equilibrio económico-militar sobre el que se sustenta ese invento que antaño gustaba de llamarse "el sistema" (tampoco se preocupen al respecto, aunque ahora le cambiamos la etiqueta, las reglas de funcionamiento siguen siendo aquellas mismas que ya definió Joaquín Sabina en su canción: gane quien gane [-siempre que sea rico-], yo siempre pierdo [.porque soy pobre-] -los añadidos entre corchetes son de este humilde escribiente-). A mí no me hace gracia alguna la posibilidad de que el gobierno iraní se sumerja en una espiral nuclear, y se dote de capacidad armamentística de ese tipo, pero, por una cuestión de principios,entiendo que no se puede negar a un país miembro de la comunidad internacional, la legitimidad para aspirar a dotarse de ciertos medios con los que ya cuentan otros miembros de esa misma comunidad. Blanco y en botella: o todos moros, o todos cristianos...

-Otra que tal baila: doña Carmen Cervera, alias Tita Cervera, alias baronesa Thysen, que se descuelga con unas radicalidades "greenpeacianas" ante el proyecto de reforma del Paseo del Prado que plantea llevar a cabo el Ayuntamiento de la capital española, amenazando con trasladar su colección de pintura allende nuestras fronteras en el supuesto de que se consume el destrozo arbóreo que parece cernirse sobre la masa forestal de esa vía pública a fin de facilitar la ampliación de los carriles de circulación respecto a los actualmente existentes. Posturas encontradas, declaraciones contradictorias: algo normal, en cualquier situación de enfrentamiento y divergencia; algo que dificulta saber, de manera exacta, qué es lo que hay de cierto y qué de incierto en las afrimaciones de una y otra parte. No me gusta que personas en situación de ostentar privilegios no obtenidos en virtud de méritos propios, como es el caso de la baronesa, puedan esgrimir posiciones de fuerza amparándose en la evidente capacidad de presión que les otorga el daño que pueden producir (en el caso hipotético de que llegaran a materializarse sus amenazas), pero tampoco puedo dejar de reconocer, como paseante circunstancial de ese hermosísimo bulevar que es el Paseo del Prado (no vivo en Madrid, sólo la visito ocasionalmente), que no me gustaría lo más mínimo ver el mismo convertido en algo muy diferente a lo que actualmente es: una suerte de oasis en el tráfago del monstruo de humo y cemento en que se ha convertido esa ciudad. Una vez más, la alianza circunstancial entre la nobleza y la plebe, al servicio de una bella causa, ¿no? Ni contigo ni sin tí, ay...

- Ejercicios de búsqueda del punto medio, capítulo 14: entre el blanco y el negro (me disculparán la vagancia, amigos lectores, estoy algo cansado...).

¿"Publiseries"?

Por Manuel Márquez - 25 de Abril, 2006, 20:00, Categoría: Medios

Tenía ocasión de leer, hace sólo unos días, una breve reseña periodística acerca del II Foro Profesional del Anunciante, en la cual se daba cuenta de cómo personas vinculadas tanto a ese mundo (el de la publicidad) como al de su "primo hermano" (la televisión), ponían de manifiesto su coincidencia en la necesidad, ante la fuerte pérdida de eficacia de los mensajes publicitarios en un contexto televisivo cada vez más saturado, de una mayor implicación de los anunciantes "en la elaboración de los guiones de las series de televisión". Tras una primera reacción a caballo entre la estupefacción y el escándalo, he tenido ocasión de reflexionar largamente acerca de tal aserto, y créanme, amigos lectores, soy incapaz de sacar conclusión alguna (clara) al respecto: a lo sumo, vislumbro algunos destellos, y de ellos les voy a dar cuenta en las líneas subsiguientes.

Un destello de reacción visceral en defensa de una (supuesta) pureza de la creación artística: si admitimos, en principio, la posibilidad de que una obra de ficción quede condicionada por un elemento que no sea la pura voluntad creadora de su autor (o autores), ¿qué queda de producto artístico-cultural en ella? ¿hasta dónde la "contaminación" de que quedaría impregnada –teniendo en cuenta que no hablaríamos de influencias vagas y difusas (que han de existir necesariamente en una obra que no se crea en un contexto "de laboratorio", sino en un mundo real que la circunda y condiciona), sino de inserciones puras y duras- no la anularía como tal, convirtiéndola en un mero vehículo publicitario más? Y, ojo, no planteo la cuestión en términos de calidades, dado que, entrando en tal línea argumentativa, terminaría topándome con mi firme convencimiento de que una de las áreas de creación audiovisual más fuertemente creativa (si no la que más, hasta alcanzar, a veces, niveles de auténtica excelencia) de estos últimos tiempos es, precisamente, la televisiva publicitaria. Vaya, que habría series de televisión en las que las "inserciones publicitarias", lejos de empeorarlas, conseguirían generar una mejora. Pero no son ésos los términos de la cuestión, claro está.

Un destello de aceptación (más o menos fatalista) de una realidad incuestionable: es la publicidad la que soporta económicamente el tinglado televisivo –al menos, en el momento presente: las opciones que se empiezan a vislumbrar por mor de la tecnología digital y la vía Internet aún están muy, muy verdes-, y resulta lógico que, si su inversión no obtiene resultados tangibles por las vías convencionales hasta ahora utilizadas (spots intercalados en la programación estándar, u otras fórmulas más o menos sofisticadas, en forma de esponsorizaciones, tiras animadas, etc...), busque la exploración de otras vías más contundentes (al menos, a priori). Y es posible que, incluso de esta forma, estuviéramos ante un planteamiento más claro y sincero que el que se suele dar actualmente, en el que los patrocinios encubiertos –vía exhibición "presuntamente casual" de productos, que se introducen en plano de forma casi subliminal- se han convertido en moneda tan común que ni siquiera nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos los encontramos, tan ricamente, trufando aquí y allá secuencias y episodios. De esta forma, las cartas estarán boca arriba, y todos sabremos a qué atenernos.

Y un destello de apreciación de un cierto punto de contradicción amenazadora, que es el que aprecio cuando se habla, no sin bastante fundamento, de una elevación considerable en el nivel promedio de calidad de las series televisivas (hasta un punto en que empieza a considerarse que, posible y paradójicamente, se esté aplicando más talento cinematográfico en estos formatos que en el de las propias películas destinadas a la pantalla grande) sin que, en contrapartida, parezca que esa circunstancia pueda resultar suficiente como para "salvarlas" de las "fauces" del nuevo ogro, que, fagocitándolas, las devolvería a esa condición de mero producto televisivo al que un sometimiento excesivo a exigencia publicitarias las terminaría devolviendo.

Ya ven, amigos lectores, meros apuntes, simples observaciones a vuelapluma, y pocas certezas concluyentes (a los que siguen este blog de manera habitual, ya les resultará familiar esa falta de rotundidad y esa carencia de afirmaciones definitivas: las declaraciones con pretensiones canónicas y este humilde escribiente no formamos un duo muy bien avenido, no...). Si aspiro a alcanzar algunas, sólo podré conseguirlo con su ayuda. Les espero, pues...

Breve divertimento XII

Por Manuel Márquez - 19 de Abril, 2006, 21:56, Categoría: Breves divertimentos

- De la querencia de los políticos –y los comentaristas del ramo, no sé si influidos o seducidos por la misma- por retorcer y masacrar el lenguaje en función de sus muy particulares intereses, hay tantas y tan palpables muestras –siempre a caballo entre lo escandaloso y lo grotesco, cuando no conjugando, sin más, ambos calificativos-, que una enumeración aun meramente ejemplificativa, y ceñida a un periodo reciente y reducido, se podría hacer interminable. Dentro de ese amplio muestrario, uno de los enunciados que más me viene tocando la fibra sensible (es decir, en los días malos me sulfura, y en los días buenos, me hace despanzurrarme de la risa amarga...) en estos últimos meses, es ése que pregona, en múltiples bocas de las más variadas procedencias y tendencias -y ampliamente recogida en medios de igual variedad de arco-, que Iraq se encuentra "al borde de una guerra civil". ¿Al borde? ¿En qué unidad del sistema métrico decimal hay que contar los muertos diarios -¿decenas de millar, centenas de millar...?- para traspasar ese "borde"? ¿A qué grado de "no composición" –no cabe hablar, propiamente, si nos referimos a las instituciones de gobierno iraquíes, de descomposición, respecto a algo que áun no ha llegado a componerse...- han de llegar los órganos gubernativos de ese país? ¿La presencia estadounidense puede convertir en "internacional" –es decir, "no-civil"- un conflicto militar en el que el 99 % de los víctimas tienen la misma nacionalidad –obviamente, iraquí...-? Pueden parecer, amigos lectores, preguntas retóricas, pero me temo que tras sus absurdas y terroríficas respuestas se encuentran los argumentos de aquellos que, desde el más descarado de los cinismos, todavía hablan de una posible "futura guerra civil". ¿Futura...?

- El 75º aniversario de la proclamación de la II República española es recogido en los medios de una manera sorda y callada; menudita. En cuanto al establishment político, ha tenido suerte: la coincidencia de la fecha concreta (el día 14 de abril) con las vacaciones de Semana Santa le ha permitido pasar de puntillas por el acontecimiento. Todos de acuerdo (salvo, cómo no, aquéllos que, mal que les pese que se les recuerde, siempre estuvieron encantados con el malhadado tirano que se la llevó por delante de la manera más cruenta que le fue posible...) en ensalzar sus valores "de fondo", su "profundo legado de valores, blablablablablablabla....." sin intención alguna de hacer la más mínima mención al meollo de la cuestión, que todos sabemos cuál es. La república, señores políticos, señores periodistas, no es un sistema de valores, ni una escuela de democracia, ni un hálito de libertad, ni ninguna de esas puñeterías retóricas con la que se les llena la boca –o la columna- día sí, día también (cuando toca, claro está, es decir, en estos días: dentro de un par de semanas, ni eso...): la república es una forma de estado, un sistema político-constitucional, y es la forma de estado y el sistema político-constitucional que NO ESTÁ VIGENTE en España, como bien sabemos todos. Si a todos (los republicanos) nos gusta tanto, y a todos (los republicanos) nos parece tan fabulosa, hablemos de cómo se podrían poner en marcha mecanismos para que, pausada y pacíficamente, y sin cometer locuras ni disparates, SÍ ESTÉ VIGENTE. Y, en caso contrario, hablemos claro y dejemos de jugar con dos barajas (o con una sola, pero sólo con reyes...). Por favor...

- Después del repunte (leve, pero repunte, al fin y al cabo) de las estadísticas de accidentalidad de tráfico de la operación Semana Santa, responsables políticos de diverso nivel –desde los más directamente implicados hasta el "capo di capi" (no, no me refiero a Provenzano, sino al señor Rodríguez Zapatero...)- ofrecen un tremebundo concierto para vestidura rasgada y orquesta, tempo molto agitato, deshaciéndose en declaraciones unánimemente coincidentes sobre la necesidad de adoptar medidas tajantes que acaben con esa sangría. Y como nuestras autoridades políticas son, fundamentalmente, muy coherentes, tengo la completa seguridad de que eso implica: a) que el Ministerio de Industria, a partir de ahora, no concederá la homologación para ser comercializado en nuestro país a ningún modelo de automóvil que supere los 120 km/h. de velocidad (dado que ésta es la máxima permitida en nuestras carreteras); b) que el Ministerio de Fomento, a partir de ahora, priorizará las obras de eliminación de "puntos negros" sobre las de construcción de nuevas autopistas, autovías o cualesquiera otras vías que favorezcan una mayor velocidad en la conducción; y c) que el Ministerio de Educación, a partir de ahora, dará los pasos oportunos para la implantación, en el próximo curso académico, de una asignatura de Educación Vial en todos los niveles de la enseñanza obligatoria. Perdonen, amigos lectores, mi enfermera acaba de leer los apartados a), b) y c) anteriores y corre rauda a administrarme la medicación pertinente, tras haber comprobado que acabo de sufrir otro ataque de enajenación mental severa. Ay, este personal sanitario, no se le puede dejar suelto...

- Ejercicios de búsqueda del punto medio, capítulo 12 : entre el vértigo del desenfreno y la parálisis de la quietud absoluta.

- La apoteosis del conceto, y IX: Sevilla, la construcción de un sueño (en la publicidad institucional del Ayuntamiento de esa ciudad, cerrando un catálogo de concursos de adjudicación de obras y suministros: muy fuerte ese maridaje entre el frío y aséptico lenguaje técnico-administrativo y esa apoteosis lírica con que se cierra; ay, estos sevillanos...).

La Sexta y el reparto del pastel (catódico)

Por Manuel Márquez - 18 de Abril, 2006, 20:26, Categoría: Medios

Con una denominación que más cercana parece a la del tradicional cómputo de títulos europeos del Real Madrid (ésta vendría a coincidir con la conquistada por el llamado "Madrid yeyé", año 1966) que a la de una cadena televisiva (aunque venga a guardar con éstas un inequívoco correlato enumerativo, además respetuoso con el tenor literal de los acontecimientos: se trata, efectivamente, de la sexta, de ámbito nacional y generalista, en abierto, que llega...), y con un doble señuelo, estructural (el de un elenco de profesionales y de entidades productoras de peso y renombre en el panorama audiovisual español) y coyuntural (los derechos de emisión televisiva en abierto del Mundial de fútbol de Alemania), de innegable potencia, surge esta nueva propuesta audiovisual, destinada, en principio, a no rellenar ningún hueco preexistente, ni proveer ninguna necesidad perentoria, ni dar cobertura a ninguna demanda de carácter extraordinario. Se trata, lisa y llanamente, de un cocodrilo más, con las fauces bien afiladas, dispuesto a dar sus buenas dentelladas en ese apetitoso pastel catódico en que las agencias de publicidad (se supone que atendiendo al reclamo de los consumidores –reales, en lo que atañe al continente, y presuntos, en lo que se refiere al contenido-) han convertido el cotarro televisivo.

La Sexta no aporta nada nuevo, ni en tono, ni en géneros, ni en contenidos: su propuesta es perfectamente homologable, y comparable, a la del resto de cadenas generalistas en cuyo ámbito convive (y compite), si exceptuamos su (grave) carencia de espacios informativos (una carencia que se verá corregida en el transcurso de los próximos meses, según las previsiones de la propia cadena), y dejamos de lado, dado que también se trata de algo meramente coyuntural, la circunstancia de que su cobertura (vía analógica) aún no abarca a todo el territorio nacional. En consecuencia, no estamos ante una oferta que pretenda ubicarse en ningún nicho específico de mercado, atendiendo a unas señas de identidad específicas y diferenciadoras; más bien al contrario, se trataría de un claro ejemplo del fenómeno "más de lo mismo", que únicamente aspiraría a encontrar su lugar bajo el sol a base de captar una parte suficientemente significativa de la actual audiencia de las cadenas preexistentes: tan significativa como para que sus ratios hagan llevar a los anunciantes un volumen de material publicitario suficiente para proporcionarles el deseado (y necesario, por cuestiones de mera supervivencia) umbral de rentabilidad.

Algo que no parece cuadrar con la declaración de intenciones de los dirigentes de este cadena, bastante en línea con la que meses atrás hicieran también los responsables de Cuatro, acerca de su escasa preocupación por obtener unos índices de audiencia parangonables con los de las cadenas de su mismo corte. ¿El argumento para tal despreocupación? El panorama, en un futuro inmediato, del espectro de consumidores televisivo aparece tan, tan fragmentado, que plantearse audiencias de dos dígitos, como las que alcanzan actualmente Antena 3, Telecinco o TVE-1, es algo sencillamente quimérico. Se tratará de apuntar a un segmento, o nicho, muy concreto de espectadores, darles lo que pidan, y tratar de mantenerlos fieles a la "marca" durante el mayor tiempo posible: ese mantenimiento proporcionará, en justa contrapartida, una estabilidad publicitaria (también basada en una especialización muy fuerte), que será la que haga viable el proyecto.

¿Están tan seguros de ello? No lo tengo yo tan claro, amigos lectores, y proclamas de ese tipo me suenan más al típico comentario corderil de quien no quiere levantar expectativas excesivas que a una voluntad cierta de manejarse en tales parámetros. Que no me lo creo, vaya, y que supongo que, llegado el momento, tras una etapa inicial de despegue, un periodo de gracia "asentatoria" que, como a toda gran cadena, habrá que concederle, la Sexta, como todas, irá a por eso mismo, a por todas, a por un pedazo de tarta tan grande como su boca y sus dientes le permitan.

Por otro lado, y si atendemos a la consistencia del argumento esgrimido, es probable que el mismo no carezca de algún fundamento, pero también es bien cierto que, desde otras situaciones y otros acontecimientos, nos llegan mensajes bien diferentes, muestras de unas pautas que apuntan a una dirección que poco tiene que ver con ese posible panorama de futuro. Sí, efectivamente, el zapeo no ha dejado de ser uno de los deportes más practicados en este país (y en los de su entorno cercano), pero, ¿qué pasa cuando una de las grandes megaestrellas de la comunicación televisiva de nuestro país –María Teresa Campos- cambia, a bombo y platillo, de cadena, pasando de Tele 5 (donde había convertido su programa de las mañanas en todo un referente) a Antena 3 (a la búsqueda de abandonar su sempiterna posición de segundón en ese tramo horario)? Pues que la gente no mueve un dedo. Ni real, ni metafórico. Puede más la fidelidad a la cadena, a la imagen de marca. Y las audiencias se asientan, no se desplazan.

Contradicciones, en fin, a la vista de quien no deja de ser, como es mi caso (y lo digo por si alguien, bien por ser recién llegado a estos ciberpagos, o bien porque su falta de agudeza o su exceso de cariño le habían impedido percibirlo aún) un simple aficionado a este fascinante mundo de los medios. Y las cosas, amén de las que veredes, que aún estarán por ver, amigos lectores. Seguiremos hablando de ellas.

Breve divertimento XI

Por Manuel Márquez - 5 de Abril, 2006, 21:10, Categoría: Breves divertimentos

- Ríos de tinta vertidos alrededor del caso de Abdul Rahman, ciudadano afgano condenado a muerte en su país por su conversión al cristianismo y su posterior negativa a reintegrarse en el redil del islam –según las últimas noticias de que dispongo, asilado políticamente en Italia-. Y peliagudo tema el de hasta dónde cabe exigir a países sobre los que las potencias occidentales extienden mecanismos militares de protección para la implantación de una paz social generalizada, la asunción de sistemas de valores correspondientes a los parámetros históricos y culturales de dichas potencias. Creo que no es éste el caso, ya que nos topamos con el supuesto de una libertad "sagrada" (valga la contradicción), como es la de pensamiento y creencia religiosa, integrante del "núcleo duro" de la configuración formal de los derechos básicos de la persona, sobre la cual no cabe cortapisa alguna que se pueda amparar en tradición o cultura (y menos aún en religión, dada la contradicción intrínseca que ello conllevaría); pero existen territorios mucho más fronterizos y difusos en los que esa delgada línea entre colonialismo aculturizador y exigencia de respeto a los derechos inalienables de la personalidad es bastante más difícil de trazar.

- El prestigioso cardiólogo Valentín Fuster presenta un libro –La ciencia de la salud- que, con espíritu divulgativo, pretende concienciar a sus eventuales lectores de lo insano de los hábitos de vida occidentales y cómo éstos terminan abocándonos, de manera impepinable, a la enfermedad cardiaca. "Vivimos estresados, no tenemos tiempo para nada y eso nos lleva a fumar o engordar". Ciertamente, no hay tiempo para hacer ejercicio. Estamos todos tremendamente ocupados en confeccionar nuestros blogs. ¿No?

- ¿Qué resulta más condenable en el penoso episodio protagonizado por Esquerra Republicana de Cataluña, con motivo de su famosa Carta Financiera, y esas peticiones de aportaciones dinerarias a empleados de la Generalitat –algo a lo que en otros ámbitos, y salvando las distancias ciertamente existentes, se denomina impuesto revolucionario-? ¿Lo inmoral de su puesta en práctica o lo burdo de su forma de ejecución? ¿O, quizá más propiamente ambas cosas? Con lo fácil que hubiera resultado convocar a un buen grupo de "expertos en la materia" (Palop, Naseiro, Fabra, Galeote, Olivares, Salanueva...) para que les impartieran unos cursillos prácticos sobre el particular. O haber organizado unas jornadas teórico-prácticas, tipo máster, en Marbella, cuna de la "cultura". Es lo que tiene la experiencia, que es la madre de la ciencia. Y nosotros, con estos pelos...

- No sólo en España (muy incauto habría que ser para pensar en esos términos) cuecen habas poco limpias. Llegan noticias desde Centroeuropa, más concretamente desde Alemania, acerca del megamillonario contrato como presidente del comité de vigilancia (¿) de la empresa representante (¿) de Gazprom en ese país, encargada de la gestión del tramo de gasoducto que discurrirá por ese territorio para suministrar gas ruso a los alemanes, del ex presidente Gerhard Schröder. Algo huele a podrido un pelín por debajo de Dinamarca, y produce auténtico rubor el comprobar cómo, por enésima vez, un ex alto dirigente político ejerce ese "derecho humano" no reconocido en ningún texto legal nacional ni internacional –porque no existe, salvo en la desvergüenza de quien lo pone en práctica- que se podría denominar como "derecho al status".

- Ejercicios de búsqueda del punto medio, capítulo 11: entre el blanco y el negro -de cajón, el gris: tan simple, tan complicado...-.

- La apoteosis del conceto, y VIII: "sacar la poesía a la calle"...

- Esto no es un periódico, ni una revista de actualidad. Resulta evidente, pero me apetecía recaclcarlo.

Los simuladores: Superman tampoco vuela

Por Manuel Márquez - 4 de Abril, 2006, 19:53, Categoría: Medios

Intenso despliegue publicitario el que ha efectuado Cuatro, la cadena generalista del grupo Prisa, para el lanzamiento de su última entrega de ficción –además, y a diferencia de la que viene siendo línea habitual de la casa, de producción propia-, Los simuladores. Un formato importado de Argentina (de donde rescata también a uno de sus protagonistas, Federico d'Elia, que encarna el personaje de Santos, jefe del grupo), y que constituye una apuesta novedosa, sugerente, entretenida y con una premisa argumental poco frecuente por estos lares, en que la ficción seriada tiende a decantarse por la elección entre una dicotomía cerrada (drama-comedia) que deja muy poco margen para otros géneros y tonos narrativos.

La propuesta, después de la emisión de sus dos primeras entregas, apunta muy buenas maneras: los guiones son imaginativos y, con el ineludible margen fantasioso que una mínima concesión a la espectacularidad televisiva debe hacer, bastante consistentes; el ritmo narrativo es ágil; la realización, bastante cuidada;y el elenco interpretativo (tanto sus cuatro protagonistas –rostros nuevos y muy prometedores, que, sin duda alguna, darán bastante juego en el medio de aquí en adelante-, como los colaboradores puntuales en las historias de cada episodio –aquí no hay lugar para secundarios-), de una frescura y solvencia a la altura de las situaciones y personajes que tienen que desarrollar.

No se trata, desde luego, de un empeño fácil. El punto de partida argumental –la existencia de un grupo de cuatro hombres con rasgos de carácter y habilidades técnicas y emocionales totalmente diferentes, y complementarias, que aúnan sus capacidades al servicio de causas justas de todo tipo y pelaje- ofrece dos puntos de enganche inequívocos, como son la simpatía que genera su adhesión siempre al servicio del más débil (que nos sitúa siempre de parte de los "buenos") y la emoción por la incertidumbre de saber cómo serán capaces de dar salida a situaciones complicadas y, siempre, al borde del precipicio (que obliga a un ejercicio de imaginación afilada y siempre alerta). Evidentemente, la solidez y buen funcionamiento de ambos puntos ha de descansar en la construcción atinada de los guiones, y eso es algo que, hasta ahora, ofrece señales bastante positivas, aunque habrá que esperar a la evolución de los capítulos subsiguientes, para saber si el listón se mantiene, o no, en el mismo nivel.

También es muy importante, para dotar a la propuesta de solidez e interés, que la construcción de los personajes resulte atractiva, y, en ese aspecto, el trabajo también está siendo muy acertado. Los cuatro integrantes del equipo ofrecen puntos muy elementales de coincidencia (su condición de hombres jóvenes y con grandes dosis de templanza –en este sentido, creo que es un acierto no haber introducido, bajo el sometimiento a los dictámenes de lo políticamente correcto, a ninguna mujer como componente del equipo, aunque quizá sí que está de más algún detalle ligeramente misógino (parece ser que no pasará ningún capítulo sin que al personaje de Jota le llegue la partenaire de turno ofreciéndosele carnalmente de manera bastante voraz), y, más allá de eso, perfiles tanto físicos como psicológicos diferenciados, aunque también lo suficientemente difuminados como para hacer creíble su capacidad de adaptación a todo tipo de personajes y cuadros de situación. Otro acierto innegable y que, al igual que el anterior, habrá que ir siguiendo en su evolución para poder contrastar en qué medida se asienta y consolida o, por el contrario, empieza a generar síntomas de agotamiento.

En definitiva, un inicio prometedor y muchas expectativas que sólo los capitulos sucesivos podrán confirmar o defraudar. Aunque ya se llega a hablar de los puntos de contacto entre esta serie y un fim como Misión imposible, no me parece, a pesar de las concomitancias que, ciertamente, pueda haber, una comparación afortunada: aquí no hay tanta alharaca tecnológica (ni, consecuentemente, efecto especial) y todo se fía, mayormente, a las sutilezas y artes simulatorias de los protagonistas. Claro está, siempre hay algún punto que, como antes apuntaba, y dentro de un clima de verosimilitud bastante conseguido, chirría un poquito, porque se introduce con el pie un tanto forzado, pero, claro está, estamos en el terreno de la ficción, pese a lo cual siempre habrá alguien a quien los retruécanos y jugarretas de estos cuatro tipos les parezcan absolutamente inverosímiles: a mí, sinceramente, lo que me resulta auténticamente increíble es que al doctor House, con lo insoportablemente borde que es, no lo corran a garrotazos un capítulo sí, y otro también. Y, en última instancia, no lo olviden, amigos lectores: Superman tampoco vuela...

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