Marzo del 2006

Breve divertimento X

Por Manuel Márquez - 29 de Marzo, 2006, 20:38, Categoría: Breves divertimentos

- Diversos medios se hacían eco el pasado sábado de las declaraciones de Francisco José Alcáraz, "PP-residente" de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, haciendo alusión a la posibilidad de "reacciones" particulares por parte de algún miembro del colectivo que preside, en el supuesto de que, en un hipotético proceso negociador, el Gobierno haga dejación de sus responsabilidades y competencias en materia de justicia penal. Flaco favor hace a sus representados (que, en líneas generales, suelen mostrar una actitud batante menos obtusa que la de aquel que los representa, aunque eso no les exima de la responsabilidad que les corresponde desde el punto y hora en que lo mantienen en tal papel), y en muy desalmado papel les coloca, alguien capaz de decir tal barbaridad sin que le tiemblen los labios, pero lo peor del caso es que en los fondos y las formas de tales declaraciones subyace un espíritu batasuno que al que esto suscribe le retrotraen, con una mezcla de estupor, pasmo y vergüenza, a esos tiempos, cuando tan fuerte y duro llovía, en que los líderes abertzales, henchidos de la prepotencia y la arrogancia que confiere la plena consciencia de que eres temido porque cubriendo tus espaldas hay una serie de tipos dispuestos a descerrajar un tiro en la nuca de cualquier ciudadano normal, corriente y moliente, se dedicaban a impartir, desde sus púlpitos, condenas y absoluciones a todos los miembros de ese pueblo vasco a quien, decían, pretendían liberar. Nunca sufrimientos pasados pueden constituir el fundamento de la amenaza de sufrimientos futuros: eso no es justicia, es venganza. Y si el exterminio de millones de judíos en las cámaras de gas que procreó el horror nazi nunca puede erigirse en una justificación de las barrabasadas que el Estado israelí comete contra el pueblo palestino, tampoco el dolor de las víctimas del terrorismo puede constituir una hipoteca, una losa, sobre el itinerario al que próximamente habrá de darse inicio. Reconocimiento, respeto, solidaridad, estima, sí; cesiones a chantajes moralmente intolerables, no.

- Que ya no son pateras, que son cayucos, que no os enterais, mendrugos.... cambia la "eslora" , la "manga" y la categoría de las embarcaciones, pero éstos, aunque no participan en ese derroche pijotecnológico, revestido con tintes de "heroicidad siglo XXI", que viene a ser la Vuelta al Mundo de Vela, siguen empeñados en su particular y trágica regata, una regata en la que el premio consiste (sin medallas, sin besos en el podio, sin ramos de flores, sin contratos publicitarios de millones de euros) en llegar a Eldorado (o sea, la costa española más cercana, sea insular o peninsular). Ya no es la tragedia de los miles de muertos (que lo es), ni la desvergüenza de las autoridades "competentes" pasándose la patata caliente de mano en mano sin que nadie quiera agarrarla y tratarla como corresponde (que también lo es), ni la incapacidad para encontrar soluciones que acaban con tal sangría (que también lo es): lo que me parece absolutamente indecente es que ningún responsable político tenga la dignidad de hablar con claridad y plantear ése que sabemos que es el problema de fondo, y que es el de la solución al problema radica en el punto de origen, y no en el de destino, porque la tragedia no radica tanto en el no llegar como en el hecho de tener que salir, algo que sólo se evitaría con otro reparto de las estructuras de poder macroeconómico, y lo que eso supondría. Demasiada incorrección política, demasiado coste en caudal de votos, demasiado... en fin, sigamos disfrutando de nuestra flamante línea ADSL, nuestro hermoso coche en la puerta de casa, y nuestras pequeño burguesas vacaciones semanasanteras en la costa más cercana (a la que no llegaremos ni en patera ni en cayuco, faltaría...), cada palo que aguante su (cínica) vela, y a otro tema...

- Sigo alucinando (no me parece para menos el tema) con las noticias que siguen apariciendo, espigada y dispersamente, en la prensa, acerca de la desaparición de los fondos del MNCARS (Museo Nacional-Centro de Arte Reina Sofía) de una escultura de Richard Serra de ¡¡¡38 toneladas!!! (un pisapapeles, más o menos, vaya), valorada en unos 200.000 euros. Nadie es capaz de dar noticia cierta y contrastada de la actual ubicación de una escultura, cuya última localización conocida era la campa de una empresa dedicada específicamente a este tipo de operaciones (traslado y depósito de obras de arte), que ha sufrido diversos avatares financieros que han terminado derivando en su desaparición, y sobre la cual las últimas y más fundadas especulaciones coinciden en darla por enterrada con motivo de unas obras que sobre terrenos adyacentes a dicha campa se ejecutaron hace unos años. Más allá del simbolismo, casi esperpéntico, de tal episodio, y de las muchas consideraciones en que cabría extenderse acerca de los límites del arte moderno, qué es arte y qué no es arte (no quisiera, desde mi ignorancia en la materia, cebarme en el chiste fácil, pero, vistas las fotos de la "instalación escultórica", les puedo asegurar que cualquiera de ustedes, sin necesidad de ningún especial embrutecimiento, también la hubiera echado al contenedor más próximo de haberla encontrado en el jardín de su casa -yo, al menos, lo hubiera hecho; lo siento, soy así de bruto-), no quiero ponerme tampoco catastrofista, y hacer cábalas sobre lo que puede ser la gestión de las obras artísticas en el ámbito público, si es que este suceso pudiera tener algún carácter representativo al respecto. Por cierto, ¿se le ha ocurrido a alguien mirar por los pasillos del Ministerio de Fomento? Uno de sus más recientes máximos responsables parece que nos salió bastante aficionado a esto del arte...

- Ejercicios de búsqueda del punto medio, capítulo 10: entre el optimismo desmesurado, rayano en una ingenuidad bobalicona, y un pesimismo acre, caldo de cultivo de la desesperación y la mala sangre.

- Esta semana (ustedes disculpen, amigos lectores) no localicé ningún conceto apoteósico (a buen seguro que los habrá habido, pero no siempre son fáciles de localizar, o no se tiene la disposición de ánimo necesario para lanzar la caña en su pesca...). 

Breve divertimento IX

Por Manuel Márquez - 22 de Marzo, 2006, 21:39, Categoría: Breves divertimentos

- Un informe del Defensor del Pueblo andaluz pone de manifiesto un fenómeno que, no por previamente conocido (aunque no, posiblemente, con datos tan concretos), resulta menos escandaloso, especialmente ante las más que previsibles repercusiones que el actual episodio de sequía que venimos sufriendo va a terminar acarreando, más pronto que tarde: las pérdidas de agua que, por defectos en las conducciones, se producen, en cuantía y proporción variables (en unas más, en otras menos, pero, en cualquier caso, siempre en volúmenes más que sustanciales), en todas las capitales andaluzas. Creo que se trata de un asunto que, además, tiene muy fácil solución: basta con picar el suelo de forma que todas las conducciones de agua queden completamente descubiertas, a cielo abierto, de forma que la reparación de sus deficiencias pueda ser tratada como la rehabilitación de cualquier edificio, a cuya inauguración, en plena campaña electoral o fuera de ella, se puedan apuntar los responsables políticos de turno (cortes de cinta, primeras paladas de cemento y otros pollos mediáticos al uso...). No tengan duda alguna, amigos lectores: en menos de dos ciclos electorales, cuestión resuelta. Qué vergüenza, mami, qué vergüenza...

- Numeros medios se hicieron eco, a lo largo de la pasada semana, del cumpleaños número cien del intelectual y escritor granadino Francisco Ayala. Suceso, ciertamente, extraordinario, porque pese al tremendo avance de la ciencia médica, y lo que eso ha supuesto en términos de incremento sustancial de los índices de expectativa de vida, sigue siendo inusual el que una persona alcance edad tan elevada, y, más aún, que lo haga en las condiciones en que, según se ha podido comprobar de manera notoria, lo ha hecho Ayala, bastante en forma, dentro de sus lógicas limitaciones, o, al menos, lo suficiente como para haber podido aguantar de manera más que digna el aluvión de celebraciones que con tal motivo han tenido lugar. Altamente satisfactorio el que tales celebraciones, homenajes y reconocimientos puedan ser hechos en vida de su protagonista (dado que no suele ser lo más corriente; parece que la muerte sigue activando nuestros resortes más benevolentes, o, en cualquier caso, desactiva ciertos recelos y envidias, posiblemente porque ya no resultan necesarios ante la condición de finado del finado...); no obstante, se trata de una circunstancia que no disipa mis más que serias dudas acerca de si Ayala se trata de un autor tan leído como reconocido, que juraría yo que no (pero, claro está, ¿qué autor en este país es leído, si aquí leemos tan poco...?). En fin, disquisiciones quisquillosas aparte, mi felicitación desde aquí al centenario maestro.

- Para cerrar, hoy, divertimento. Atiendo (ya era hora, compañero...) la amable invitación de J.P. Bango para dar cumplida respuesta al enésimo meme circulante por la blogosfera, y sobre el cual me permitiré la licencia, una vez cumplimentado, de no extenderlo en red, aunque sólo sea por deferencia hacia las cargadísimas agendas blogueriles de quienes podrían ser más propios candidatos (o víctimas) a recibirlo. Y sin más preámbulos, respondamos:

    • Cinco lugares donde morir felizmente: ni cinco ni ninguno; me gusta demasiado vivir como para que la perspectiva de morir, tan ineludible como aún remota (eso espero...), me pueda resultar feliz en ningún lugar.
    • Cinco series de televisión: Los Soprano (U.S.A.); Roma (Gran Bretaña); Juncal (España); Aquellos maravillosos años (U.S.A.); Los Roper (Gran Bretaña).
    • Cinco películas inolvidables: Casablanca; El halcón maltés; Ladrón de bicicletas; Perdición; La noche del cazador (y varias decenas más, pero sólo nombro las cinco primeras que me vienen a las mientes).
    • Cinco libros imprescindibles: no hay libros, ni películas, ni cuadros, imprescindibles; hay millones de personas que han vivido, viven y vivirán felicísimas sin haber leído un libro, ni visto una película, ni contemplado un cuadro, en toda su vida. No es mi caso, pero no puedo hacer de mi caso categoría general.
    • Cinco canciones inmortales: todas las canciones son inmortales, por horrendas que artísticamente puedan resultar; en cualquier caso, y puestos a elegir, cinco cualesquiera de los Beatles, y varias decenas más de otros intérpretes.
    • Cinco trabajos interesantes: toda aquella actividad a la que te dedicas profesionalmente termina no gustándote, si es que te gustaba cuando empezaste a desempeñarla. Trabajar, en general, no resulta demasiado interesante.
    • Cinco blogueros a quienes pasar el testigo: insisto en lo dicho, aquí se acaba lo que se daba (por una vez, y sin que sirva de precedente). Ha sido un placer, amigos lectores.

- Ejercicios de búsqueda del punto medio, capítulo 9: entre la credulidad ingenua y bobalicona, excesivamente abierta a todo lo que llega de fuera, y el resabio hosco y huraño, excesivamente cerrado a todo lo que llega de fuera.

- La apoteosis del "conceto", y VII: un "republicano juancarlista" (¿conoce alguno de ustedes, amigos lectores, a algún presidente de República cuyo nombre de pila sea Juan Carlos...?).

- Me llegan, tras el cierre, los ecos, sonoros -gozosamente- hasta el estruendo, de la noticia del día -posiblemente, del año, y, si me apuran, del siglo, hasta la fecha presente, y en España-. Cautela, y ojalá: el camino será, si es, largo y difícil, pero no hay alternativa, si realmente se pretende una solución.

Arreglos cosméticos (o antes sencilla que muerta)

Por Manuel Márquez - 21 de Marzo, 2006, 20:41, Categoría: Medios

Fuerte presencia en los medios, durante estos ultimos días, quizá semanas, de noticias relativas al plan de reestructuración que la SEPI tiene previsto poner en marcha en Radio Televisión Española: la tele, la de toda la vida. Un ente público que, después de cuarenta años sin competencia catódica, se ve ahora, sometido al empuje múltiple de las privadas –por un lado-, las autonómicas y locales –por otro-, las de nuevo cuño tecnológico (cable, satélite, digital terrestre y demás virguerías) –en perspectiva presente- y las de inminente llegada (especialmente, esa televisión por Internet que promete acabar con toda la marabunta actualmente rugiente...) –en perspectiva de próximo futuro-, no sólo en una posición de clara desventaja en cuanto a seguimiento –ahí están las índices de audiencia para confirmarlo-, sino con un horizonte a la vista más que negro, negrísimo.

Se habla de reducciones de plantilla (sustanciales), de cierres de centros (significativos) y de ajustes (esa palabra mágica bajo la que esos aprendices de brujo que se suelen denominar –especialmente, por parte de ellos mismos- gestores, camuflan toda suerte de desmanes): todo, en busca de un referente, un objetivo, una meta, que se bifurca en dos líneas: por un lado, la reducción del descomunal deficit contable-presupuestario (actual) –aunque no nuevo, ése es un monstruo cuyo engorde se ha venido gestando a lo largo de décadas de desidia y miradas hacia arriba (mientras se silbaba, cómo no...)-, y el establecimiento de unas bases económicas más saneadas sobre las cuales evitar que se vuelva a reproducir en tales volúmenes (futuros). En cualquier caso, líneas de actuación y objetivos que, afectando seriamente (como no podía ser de otra manera) a aspectos cuantitativos, ni tocan ni ponen en cuestión el formato, la estructura, ni, sobre todo, el modelo, digamos, político: seguiremos con la misma RTVE –aunque, muy probablemente, bastante más estilizadita, en condiciones de subirse a la pasarela y desfilar- que hemos venido disfrutando (o padeciendo) hasta la fecha.

¿Tiene eso algún sentido? En mi modesta opinión, amigos lectores, no. Una televisión pública de corte comercial, como es actualmente (y se pretende que siga siendo) la primera cadena de Televisión Española (que se trata, no nos engañemos, de la madre del cordero –por su volumen y su repercusión-; ni el segundo canal televisivo, ni los canales temáticos, ni las emisoras radiofónicas, son "el problema" y, por tanto, no será actuando sobre ellos como se halle la solución...) no tiene sentido alguno en un horizonte de mercado televisivo donde la iniciativa privada cubre, no sólo con suficiencia, sino de manera sumamente eficaz (es decir, con todas las cantidades de porquería que el mercado "pide"), la demanda de producto; y en el que, además, los horizontes de futuro, tanto próximo como a largo plazo, incidirán aún más en esa misma línea (es decir, más cadenas privadas generalistas, con una política de programación más agresiva –es decir, de menos calidad y de más impacto- y con más cuota de mercado). Pero, claro, esa existencia, o inexistencia, de sentido, topa –ay, amigo Sancho...- con una componente que la iniciativa privada no contempla (al menos, de forma explícita y directa), que es la política. Y ahí es donde cobra fundamento y explicación (aunque, quizá, no sentido, entendido desde un punto de vista moral) una televisión pública abierta y generalista: una fantástica herramienta de poder a la que ninguna fuerza política, ni en dictadura ni en democracia, ni con gobiernos de derechas ni con gobiernos de izquierdas (me refiero a los que, eventualmente, y en un futuro, pueda llegar a haber –la España democrática aún no ha conocido ninguno: lo del PSOE, sin ánimo de ofender, es "otra cosa"...-), ha querido, quiere ni, me temo, querrá renunciar bajo ningún concepto.

¿Podrían ser las cosas de otra manera? Evidentemente, sí: si nuestra clase política tomara buena nota de las prácticas habituales en países de nuestro entorno, donde existe un consenso unánime e incuestionado acerca de la necesidad de articular mecanismos que garanticen la independencia, imparcialidad y objetividad de los medios de titularidad pública (que no son tan difíciles de implantar, si hay voluntad para ello, y que allí, en Francia, Gran Bretaña, Alemania, etc... ya existen, y llevan funcionando muchos años con eficacia más que demostrada -sin perjuicio de que, esporádicamente, surgan fallas y disfunciones: son mecanismos humanos, no divinos-), y se decidiera por su importación, con los necesarios matices de adaptación a nuestra particular realidad social (sin necesidad, desde luego, de articular un libro blanco de casi trescientas páginas, plagado de obviedades o declaraciones de intenciones voluntariosas a las que nadie con responsabilidades al respecto piensa hacer caso alguno...), el problema estaría, si no totalmente resuelto, sí en vías de una buena perspectiva para su solución. Pero, ay, eso requeriría la existencia de algo que, actualmente, no existe en nuestro país: una dirigencia política con capacidad para el pacto de largo alcance y bajo la exclusiva perspectiva del interés general; viendo que nuestros dirigentes son incapaces de conseguir pactos de ese tenor en materias tan sensibles como la política educativa, o la exterior, o la antiterrorista, ¿cómo podríamos pretender que sí fueran capaces de conseguirlo en el tratamiento de los medios de comunicación de titularidad pública? Misión imposible, me temo. Temor que se ve, aún más si cabe, reforzado, cuando se contempla cuál es el panorama en el ámbito de otras televisiones públicas (las de nivel autonómico): ámbito donde el fenómeno de aprovechamiento torticero y manipulación informativa que se viene sucediendo, desde su creación, en la televisión estatal, se reproduce, repetido y multiplicado –hasta lo grotesco, en muchas situaciones-, ad nauseam (eso sí, entre los cruces ininterrumpidos de cañonazos dialécticos y ladridos y balidos varios, por parte de unos y otros –y que me perdonen perros y ovejas, que no han hecho nada para merecer comparación tan poco gratificante...-). O sea, que la tormenta, lejos de amainar, arrecia.

Visto lo visto, y ante el cariz que toma la situación, es difícil pensar en soluciones, viables y realistas, a corto y medio plazo; porque supongo que cualquier arreglo al que se llegue en este momento, en base al paquete de medidas puesto sobre la mesa, y acerca del cual se abrirá ahora una negociación más o menos ardua, no va a afectar a los fundamentos del sistema. Mi opinión particular, amigos lectores, ya la pueden colegir ustedes de lo expuesto en los párrafos precedentes: más allá de sus posibles repercusiones laborales (y mecanismos de corte social hay más que suficientes para evitar que esos posibles "daños colaterales" no sólo se minimicen, sino que no lleguen siquiera a producirse), eliminaría, lisa y llanamente, la primera cadena de televisión española, y reconvertiría mínimamente la actual segunda –para "acoplarle" algunos contenidos "rescatables" de la anterior-, de forma que la misma cubriría ese espectro de programación y público que las cadenas privadas (tanto generalistas como especializadas) dejan al descubierto por obvios motivos de salud financiera. ¿Y que haría, pues, el Gobierno, sin "sus" telediarios? Nada, señores, échenle imaginación, que para eso les pagan (a ustedes y a la caterva de asesores que perciben sueldos multimillonarios para eso, para que le echen imaginación). Y cuenten, en último extremo, con que siempre dispondrán de algún as en la manga, como regalar DVD"s de cocina junto al B.O.E. o poner algunas fotillos de Angelina Jolie y Brad Pitt, tales como sus padres los trajeron al mundo (eso sí, más creciditos...) en la web de La Moncloa -por cierto, algo mucho más gratificante para la salud mental que los telediarios de Urdaci-. Por ejemplo...

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